lunes, 8 de marzo de 2010

Estambúl con los cinco sentidos


Estambúl es una ciudad para disfrutarla con los cinco sentidos y dejarnos abrazar por las múltiples sensaciones que nos produce.

Comenzaremos por el sentido de la vista, y contemplaremos sus monumentos, como la impresionante Mézquita Azul; sus barrios totalmente diferentes, Sultanahmet, Pera, Nisantasi, Galatasaray, entre otros; sus calles, como la siempre llena de Istiklal Cadessi; sus rincones y, por supuesto, el Bósforo y el Palacio de Topkapi.


La audición experimentará una verdadera fuente de sensaciones al escuchar los cantos del muecin cinco veces al día llamando a la oración, y que se sobrepone al constante ruido ocasionado por el caótico tráfico en muchas de las avenidas.


Y el sentido del olfato será embargado por los miles de aromas diferentes que nos envuelven al pasear entre los puestos del increible Bazar egipcio de las especias, donde paralelamente iran despertándose el resto de los otros sentidos.


Toca la vez al gusto, y aquí vanos a poder disfrutar de los más variados sabores, desde el humus de garbanzos hasta el famoso kebab, que en Estambúl y en toda Turquía no tienen nada que ver con los que se venden como tal en otros lugares, pasando por las exquisitas ensaladas y terminando con las célebres delicias turcas regadas con un buen te o café.


Y el colofón lo tendremos con el tacto, que en Estambúl podemos percibir fundamentalmente en dos aspectos, al acariciar todos los tipos de sedas que abundan en el Gran Bazar, con sus pashminas, alfombras, cueros, trabajos de orfebreria, y toda una gama de artículos y texturas que allí se ofrecen. Y la otra sensación que podemos encontrar es el acudir a un hamman (baño turco) y someternos a los tíoicos masajes. Tumbados sobre la piedra de mármol, rodeados por una luz cenital que nos mantiene casi en penumbra, percibiendo los aromas que desprenden las velas, las sales y los aceites, estaremos muy cerca de tocar el cielo.


Esta es simplemente una entre las miles de formas de percibir y sentir esta mágica, enigmática y variada ciudad que nadie debería dejar de visitar al menos una vez en su vida.

jueves, 25 de febrero de 2010

El tren


Los viajes en tren siempre le habían encantado, especialmente aquellos con la máquina de vapor que arrastraba los viejos vagones con el traqueteo correspondiente sobre los raíles.

Recordaba como, a los trece o catorce años, sus padres le subían a un destartalado vagón de tercera clase todos los veranos, cuando terminaba el curso escolar, y le dejaban al cuidado del revisor con destino al pueblo de los abuelos. Sentado en el incómodo banco de madera, enseguida despertaba la curiosidad de los demás pasajeros que, en cuanto sacaban lo que llevaban preparado para comer de las cestas de mimbre, le ofrecían solícitamente al verle casi un niño.

El viaje, de apenas trescientos kilómetros, duraba unas cinco o seis horas, dependía de las paradas imprevistas para dar paso a otros trenes que circulaban en sentido contrario por la única vía del tendido. En ese tiempo veía pasar a través de las sucias ventanillas, paisajes, pueblos, estaciones y apeaderos, y lo que más le gustaba era cuando se realizaban las paradas en las estaciones, sobre todo en las principales, y entonces no solo se apeaban los que llegaban a destino sino que, generalmente los hombres, bajaban al andén a comprar algún refresco mientras que las mujeres, acodadas sobre las bajadas ventanillas, chillaban a voz en grito: “venga, sube ya, que al final vas a perder el tren”. Y siempre había algún rezagado que tenía que auparse a la escalerilla cuando ya el tren iniciaba la marcha.

Otro recuerdo que tenía era el olor, la sensación que producía respirar el humo de la locomotora y la fina capa de hollín que poco a poco iba cubriendo todo, vagones, maletas y pasajeros.

Por fin, cansado y excitado por la aventura del trayecto, llegaba al pueblo, un viejo y decrépito apeadero con un único edificio en medio de la inacabable llanura manchega. Y allí estaban todos, alineados a lo largo del andén para ver quien era el primero de la familia en descubrirle. “¡Ahí está, ahí está!”, “¡primo, primo!”, “¡mira tío en ese vagón viene!”… A los gritos de los primos toda la familia se agrupaba y nada más bajar era rodeado, zarandeado, besado y llevado casi en volandas debajo de la raquítica marquesina.

Sus recuerdos quedaron interrumpidos por una música, surgida de algún oculto altavoz, y una voz que decía: “El AVE con destino a Barcelona va a efectuar su salida en breves minutos”.

martes, 23 de febrero de 2010

Cambio de rumbo

Después del día tan ajetreado es necesario un tiempo para el descanso. Y para ello nada mejor que preparar el ambiente indicado.


Ya está cayendo la tarde y en las calles comienzan a encenderse las farolas; el alumbrado, aún tenue, incide sobre el asfalto mojado por la lluvia constante produciendo reflejos. El hombre no enciendo las luces de casa, le apetece permanecer en penumbra; conecta el equipo de música y el piano de Maria Joao Pires inunda la estancia con el Nocturno nº2 de Chopin.


Calienta agua en el hervidor y se prepara un te Earl Grey bien cargado, le añade un chorrito de leche y con la taza en la mano se va al sofá. donde se dejo envolver por la música, que suena con un volumen más bien bajo, y empieza a notar como se relaja.


La verdad es que necesitaba unos momentos de tranquilidad, la jornada ha transcurrido con muchas obligaciones y un ritmo endiablado motivado por las reuniones de trabajo casi seguidas. Le gusta su trabajo pero a veces se plantea que le absorbe demasiado, y no solo por el tiempo que le lleva sino también por las otras actividades que le impide realizar. ¿Cuanto tiempo hace que no pasea por el simple placer de hacerlo?, o ¿Cuándo ha sido la última vez que ha visitado un museo o exposición? Es cierto que lleva una intensa vida social, asiste a eventos culturales, se relaciona con infinidad de personas interesantes, está bien considerado en muchos ambientes culturales y profesionales… , pero siente que le falta intimidad, vida privada, poder mezclarse con la gente, pasear los rincones de la ciudad, en definitiva, disfrutar de las pequeñas cosas que es donde realmente se encuentra la felicidad.


Es la primera vez que ve con claridad lo que realmente desea así que decide empezar a ponerlo en práctica. Y se acuerda de que hace unos días ha leído, no sabe bien donde, que Serrat, al que sigue desde siempre, ha sacado un nuevo disco sobre los poemas de Miguel Hernández, poeta que le cautivo en su juventud, cuando aún era desconocido y olvidado en aquellos tiempos grises de la dictadura, pero que un profesor que tuvo les descubrió. Sin apenas darse cuenta empieza a recitar en voz baja los versos de la Elegía a Ramón Sijé que siempre le habían emocionado. Estaba decidido, lo primero que iba a hacer era conseguir ese disco.




domingo, 21 de febrero de 2010

Cuadros


Me gusta la pintura, disfruto dejándome atrapar por un buen cuadro, y por ese motivo una de las obras que eligiría para iniciar mi nuevo espacio sería "Nighhthawks" de Hopper. Me ha encantado siempre. En primer lugar el propio título, "Halcones de la noche" sería su traducción literal, aunque en español se la conoce como "Noctámbulos"; luego, la impresión que causa de soledad y vacío en uno de los típicos locales neoyorquinos a horas intempestivas. Se dice que la escena está inspirado en uno de estos diners, hoy derribado, de Greenwich Village, el barrio del autor.

Y eso me hace pensar en Manhattan con sus calles y avenidas llenas de gentes de todos los tipos a cualquier hora, donde sus impresionantes edificios te hacen caminar con la mirada hacia lo alto buscando el cielo, con el constante fondo de sirenas de bomberos, policía y ambulancias, los aromas de los carros de fast food que envuelven las aceras, las luces de neón ... Pues bien, a pesar esa vorágine de las avenidas y calles principales del Midtown, nos podemos perder en ambientes totalmente diferentes al descender hacia el Downtown y pasear los Village, el Lover East Side o Tribeca. Allí nos encontraremos con acogedores cafés, discretos clubes de jazz, calles arboladas, edificios de poca altura; es como pasar de la gran urbe a una capital de provincia.

Por todo esto, el primer cuadro con que decoraré mi nueva casa es el de Hopper, y lo haré enfrente del sofá para disfrutar contemplando todo lo que significa para mi.





sábado, 20 de febrero de 2010

Organizando

Bueno, habrá que empezar a organizar un poco la casa, y supongo que lo lógico será comenzar por el vestíbulo, ya que es importante la sensación que se percibe al entrar en un espacio por primera vez.

Como la idea es crear un ambiente para percibir sensaciones, es fundamental la música de fondo con la que recibiré a las visitas. Por ello he escogido hoy, como primer paso para hacer que el lugar sea acogedor, un tema tranquilo y relajante para esta tarde de sábado.



viernes, 19 de febrero de 2010

Presentación



He decidido abrir este espacio con el único fin de expresar y compartir sensaciones, y que sirva para desconectar, aunque sea por unos instantes, de la dura realidad que nos sacude diariamente con noticias casi siempre desagradables, con manejos y manipulaciones de todo tipo, con situaciones en las que se coarta la libertad y otros males de toda índole.

No pretendo conseguir un blog con un enorme número de visitantes, simplemente intentaré ir mostrando todo aquello que me resulta placentero como vivencia, sea música, lecturas de libros, reflexiones, lugares que nos marcan por alguna causa, poemas, textos surgidos por el afán de expresarlos y sin ningún interés por ser publicados, obras de arte que nos hacen sentir, y todo aquello que vayamos sintiendo como agradable en nuestras vidas.

Y por supuesto, lo ideal será compartir estas vivencias con todas las gentes que sientan una necesidad parecida de expresarse. Creo que la convivencia, el diálogo, la comunicación, es algo necesario.

Pues ya está dicho, no se si a alguien le gustará la idea; la verdad es que de vosotros depende que funcione ésto o no, y si arrancamos no cabe duda, de que iremos construyendo y amueblando esta nueva casa entre todos.

Si habéis leído hasta aquí os doy las gracias, e igualmente si sólo os habéis asomado.

Balthazar